Empaques de un conocido supermercado de Antofagasta, nos cuentan su experiencia y lo que se esconde tras la pechera de color de quienes pagan para trabajar.
Por Margarita Aguilera y Fabiola Riveros, estudiantes de Periodismo UCN.
Fotografías de Fabiola Riveros.
Financiar una carrera universitaria en nuestro país cada vez se hace más difícil para las familias chilenas, las cuales invierten el 73% de su sueldo promedio para poder costearla, dejando a Chile como el cuarto país del mundo con la educación universitaria más cara del mundo (datos desde Expert Market, consultora británica).
Esta situación obliga a muchos estudiantes a trabajar para poder costear sus estudios o equiparar los gastos familiares, considerando que Antofagasta es la segunda ciudad más cara de Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Según datos arrojados por las Encuestas Nacionales de Juventud, los estudiantes de educación superior optan por compatibilizar trabajo y estudio por diferentes necesidades, como pagar el arancel de la carrera y ayudar en los gastos del hogar. Sin embargo, el realizar ambas actividades, le permite al estudiante contribuir en su desarrollo personal, ya que los ayudará a enfrentar de mejor manera su futuro profesional.
La Encuesta Nacional de Juventud del 2012 (ENJ) en relación a cómo los jóvenes financian sus estudios, aseguran que el propio trabajo es una de las principales formas (51%), seguido de la ayuda de los padres (30%) y el Crédito con Aval del Estado CAE(20%). Esta situación se contrapone con la de aquellos estudiantes que no trabajan ni buscan trabajar, quienes pagan sus estudios con la ayuda de sus padres (69%) y con el CAE (26%)
Uno de los principales motivos de este grupo de jóvenes que estudian en instituciones de educación superior para no buscar empleo, se debe a la incompatibilidad de trabajar y estudiar (76%), seguido de no tener la necesidad de trabajar (8%) o porque sus padres no les permiten trabajar (6%). Se puede inferir que existen muchos estudiantes dispuestos a trabajar, la mayoría no puede hacerlo debido a que no puede compatibilizar ambas actividades.
Uno de los trabajos más requerido por los estudiantes universitarios a lo largo del país, es el de trabajar como empaquetador en un supermercado, debido a que es uno de los pocos trabajos que permite conjugar el estudiar y trabajar.
El trabajo de empaquetador es esporádico, ideal para universitarios, donde se cumplen turnos de tres horas y media a cuatro horas en ciertos días a la semana. No están contratados por el supermercado, es más como un contrato de palabra, se paga una cuota antes de entrar al turno, por lo mismo, son los conocidos como “los que pagan para trabajar” y pocas veces son las que nos hemos detenido a pensar, quién es la persona que está tras esa pechera de color llamativo.
Cada vez que vamos al supermercado, nos topamos con ellos, al final de nuestro trayecto… los empaquetadores, quienes nos guardan nuestras compras y muchas veces hasta nos ayudan a llevar las cosas al estacionamiento para guardarlas en los vehículos. En ocasiones, por distintas razones de nuestras vidas, pasamos, no miramos, no saludamos a la persona que tenemos al lado. Nos vamos sin dar las gracias y no nos damos cuenta, que esa persona que nos guardó la mercadería está allí por distintas razones, para pagar sus estudios, por ser padre o madre, para aportar con su familia, entre tantas más que
esconde el misterio tras esa pechera de color.
Y es que dentro de este universo de empaques no solo nos encontramos con estudiantes madres o padres, trabajadores que pagan sus estudios, que ayudan a sus familias en las necesidades económicas, que vienen de otras ciudades y trabajan para pagar su pensión, entre otras situaciones más que los motiva a tomar este trabajo. Nicolás Lecaros, estudiante de Geología, es casado, lleva aproximadamente dos años en el sistema y trabaja junto a su esposa para poder mantener su casa. “Cuesta compatibilizar la universidad con el trabajo. Por mi carrera, debo ir constantemente a terreno; y aquí es donde entro en la disyuntiva, esos días no los trabajo y la necesidad se hace más grande” señaló.
Paulina Moll, es estudiante de Trabajo Social, mamá de Maite de 3 años, viene de Huasco y hace cinco años que es empaquetadora. Ha trabajado en dos supermercados. El motivo por el cual ingresó a trabajar como em paque, fue para solventar sus necesidades económicas básicas aquí en Antofagasta.
Al paso del tiempo pidió traslado de supermercado, a uno donde las propinas de los clientes eran más altas, ya que estaba ad portas de convertirse en madre. “Trabajé hasta los siete meses de embarazo, lo que ayudó a que mi trabajo fuera más activo y que pasara más rápido. Nuestro principal objetivo con mi pareja, era reunir dinero para nuestra hija”, agregó.
Existen también otras historias, que tienen que ver con el ámbito académico y profesional. Katherine Sulantay, es estudiante de Odontología y empaque hace tres años. Ingresó al sistema de empaques para costear los instrumentos que necesita para atender en su carrera, los cuales son de precios elevados. “Hoy ya tengo mis instrumentos y puedo trabajar de manera óptima. Sin embargo, hoy también trabajo para avanzar académicamente, es decir, para costear los tratamientos que muchas veces tienen valores elevados, a mis pacientes que no pueden pagarlos. De esta forma yo hago el enganche, los atiendo, no corro el riesgo de que me vayan a abandonar y peligrar para reprobar un ramo debido a esto”, comenta, refiriéndose a su realidad como futura odontóloga, estudiante y empaque.
Jean Gutiérrez, es estudiante de Automatización, trabaja para ayudar en el ámbito económico a su familia y poder costearse sus estudios. “Ingresé por una sugerencia de mi madre, y tomé la oportunidad que se me dio para poder ingresar, ya que el horario y el tipo de trabajo que tiene el empaque es el más adecuado como para un universitario debido a las límites de tiempos que tiene uno hoy. Gracias a Dios he podido mantener este excelente trabajo y poder seguir costeando mis estudios sin problema. Es una bonita experiencia, siempre hay algo que contar. Me ayuda a sentirme activo, al aportar en mi casa, al pagarme los estudios. Genera cierto grado de madurez,, expresa convencido Jean.
Y así, nos encontramos inmersos en un espacio lleno de historias tras esa persona que nos guarda nuestra mercadería. Muchos pensarán que es solo llegar y empacar las cosas en las bolsas, sin embargo, no es tan simple como se ve, tras esto existe toda una organización para que este trabajo se lleve a cabalidad.
Al formar parte y compartir unas horas del día con una diversidad considerable de personas, de compañeros de trabajo, futuros profesionales, es una oportunidad para armar redes. Están inmersos a una gama de profesionales en formación, se desarrollan lazos de amistad o simplemente se intercambian palabras con el compañero que está en la caja del lado, sobre lo que hace cada uno. Además se debe efectuar el trato con los clientes y el trabajo en equipo con los cajeros y controles de caja. “Nos permite tener una capacidad rápida de resolver problemas, enfrentar situaciones y aprender traerlo a nuestro día a día” concluye, la futura trabajadora social, Paulina Moll.
Es un trabajo que tiene flexibilidad de horarios y le permite a los estudiantes organizarse según sus tiempos y necesidades. Cuesta mucho ingresar, cuando lo haces es como ganarse la lotería, por lo mismo es un trabajo que se cuida mucho, si realmente se necesita. Lo que conlleva llevar una organización y cumplir con las responsabilidades que el mismo sistema de empaquetadores te pide.
Es visto como el “sueño americano” de todo estudiante universitario-trabajador, no obstante, muchas veces se deben aguantar las malas caras de los clientes, transformarse en Flash cuando llega la hora de la productividad de los cajeros y la avalancha de productos, los molestares que deja estar tanto tiempo de pie, el hacer muchos carros con mercadería y no recibir ni siquiera un gracias. Sin embargo, siempre hay un equilibrio y dentro de ello, llega la propina milagrosa. “Con el paso del tiempo uno ya sabe identificar a los clientes y sus formas de evadir darnos propina. Está la técnica de la media vuelta, el salir arrancando y dejar las bolsas, el te la debo, el clásico voy al cajero y vuelvo… pocos vuelven, uno de cada diez. Todos dignos de un Oscar”, comenta entre risas, Jacobo Heuser, encargado de turno, empaque y estudiante de Traducción Inglés Español.
Se habla mucho sobre el pagar para trabajar, sin embargo es algo que sale a la defensa de la mayoría de los empaques. “Suena raro pagar para trabajar, yo lo tomaría más como invertir para que el sistema funcione” concluye Jacobo Heuser. Los trabajos de gestión, el orden de los turnos, que todos puedan trabajar de manera óptima, conlleva toda una labor detrás. “Se paga una cantidad mínima en comparación con lo que hacemos en un turno, simplemente es para que el trabajo se ponga en marcha” añade la futura odontóloga, Katherine Sulantay.
Y es que al ser un contrato de palabra con el supermercado a que pertenecen, no se obtiene seguro de trabajo en caso de accidente laboral. Sin embargo dentro de este “pagar para trabajar” se cubren estas y otras situaciones más, como es la pérdida de productos, entre otros. “Estoy de acuerdo con que sea un contrato de palabra, ya que si tenemos un contrato formal, este debe presentarse en la universidad, lo cual puede afectarnos en cuanto a los beneficios y las becas” añade Paulina Moll.
En todo trabajo ocurren anécdotas, desde intentar sacar una sonrisa a la señora enojada que viene arrastrando la bolsa del pan, hasta dejar sin una tarde de relajo a unos rastafaris debido a que estos no quisieron la clásica “doble bolsa” a sus vinos, lo que terminó con una bolsa desfondada y los vinos en el suelo. “Son cosas que no ocurren siempre, pero cuando pasan, hacen más ameno el turno, en todos los turnos ocurren cosas graciosas” explica Joaquín Carrasco, encargado de turno, empaque y estudiante de Enfermería.
El ser empaque, para cada uno de los estudiantes trabajadores que accedieron a contar su experiencia, ha aportado de manera distinta a su día a día, a su desarrollo profesional y a crecer como persona.
“Es un trabajo que rescato mucho, profesionalmente, las habilidades de resolver conflictos me ha llevado a una madurez profesional. Emocionalmente, se hacen vínculos muy cercanos, mis amigos forman parte de este universo de empaques. Te genera cierta estabilidad emocional, te hace crecer como persona, te da independencia y muchas cosas más” concluye la estudiante y joven madre, Paulina Moll.
Katherine, estudiante y trabajadora del sistema del empaques rescata las relaciones que se generan con los compañeros, el poder desenvolverse en público y el poder desarrollar sus habilidades blandas. “Estamos dentro de un sistema democrático, donde tenemos voz y voto al momento de escoger a nuestros representantes, los que van a hacer que este sistema de empaques funcione de manera oportuna”, señaló.
El estudiante de traducción, empaque y encargado de turno del sistema guarda grandes recuerdos de este trabajo “Deja una gran sensación, se genera carisma enorme. Te da la opción de conocer, compartir con compañeros, generar lazos de amistad. Generar conocimientos que en otro lado no lo podría obtener” expresó. “Rescato mucho el trabajo en equipo, aparte de generar una red de contacto, se instauran una buena conversación lo que puede terminar en una amistad, no solo con el universo de empaques, sino que también con el mismo personal del supermercado. Me gusta la forma de intercambiar experiencias y conocimientos, quizás nunca hubiera interactuado con compañeros que estudian algo fuera de lo que será mi área profesional, en este caso la salud” indicó Joaquín Carrasco, estudiante de enfermería, empaque y encargado de
turno.
Esta y mil cosas, son las que se esconden tras estos trabajadores, solo basta con levantar la cabeza, saludar, agradecer por su trabajo y ¿por qué no? aportar para que puedan cumplir con sus objetivos, sea cual sea este.