La generación 2019 con mención Fomento al Libro y la Lectura, pretende proponer nuevos proyectos culturales que respondan a las necesidades e interrogantes surgidas con el estallido social.
Con la consigna «El arte es memoria», se tituló una nueva generación de gestoras y gestores culturales de la Escuela de Periodismo UCN. Profesionales que se unirán al desafío de impulsar y resignificar los espacios de la cultura, el arte y el patrimonio a lo largo del territorio.
Si hay algo que distingue a esta generación, es que enfrentó el estallido social y la crisis de cambio «reflexionando y proponiendo contenidos desde la cultura para una sociedad que se está reformulando». Así lo describió la directora del Diplomado en Gestión Cultural y académica de la Escuela de Periodismo UCN, María Constanza Castro.
«Son tiempos de repensar y volver a leer el territorio que habitamos. Es en esta transformación que nos damos cuenta del valor que tiene nuestra comunidad y de que tenemos el poder de moldearla, construirla y tejerla socialmente», añadió la magíster en Literatura Hispanoamericana.
El retorno de la cultura al espacio académico
Con el egreso de esta generación, se cumplen seis años desde que inició el Diplomado en Gestión Cultural, sumando más de cien titulados que formaron parte de esta experiencia en la Escuela de Periodismo UCN.
«Este diplomado le devolvió a la universidad temáticas culturales que se habían perdido en dictadura. Para nosotros era muy importante dar ese paso», comenta en entrevista con Periodismo UCN, Alejandro García, encargado regional de Educación y Formación en Arte y Cultura del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Antofagasta.
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En cuanto a la mención Fomento al Libro y la Lectura, para el docente de Políticas Públicas e Institucionalidad, «este campo promueve y fomenta el goce de algo tan individual como leer, y lo convierte en un fenómeno más colectivo».
«Actualmente existe un boom con la biblioteca, clubes de lectura y una necesidad de leer después del 18 de octubre. Las cosas han evolucionado a un sector de conciencia más clara y que la literatura lo tiene», añadió García.
Estallido social y el rol de gestores culturales
En medio de las movilizaciones sociales surge la interrogante sobre la misión de las y los agentes de cambio en el ámbito de la cultura. Entendiendo que «lo cultural y quienes nos desenvolvemos en esta área tenemos un rol político por naturaleza», afirma Luis Echeverría, docente de Gestión y Fidelización de Públicos.
«El estallido social es también una revolución cultural, por lo tanto, la responsabilidad que tenemos como gestores culturales es directa y de primera mano. Hay una responsabilidad de la cual nos tenemos que hacer cargo con creatividad, posibilitando que esta movilización siga activa y con los objetivos claros», añade el magíster en Gestión Cultural.
Para el recién egresado del diplomado, Jorge Vega, «los gestores vamos a entregar herramientas para que la gente pueda informarse, respetar su propia cultura y trabajar juntos como comunidad».
En la misma línea, la egresada Kelly Acosta afirma que «conectar los territorios por diferentes medios es el rol que nos corresponde como gestores culturales».
No obstante, el docente Alejandro García apela a que actualmente «existe un rol mucho más claro desde los artistas y la producción artística que de los gestores culturales. Porque los artistas son una especie de linternas que alumbran el camino para saber dónde debemos ir nosotros».
Un escenario complejo
Otra arista importante de la gestión cultural es el complejo panorama del modelo de financiamiento, donde los proyectos culturales se convierten en desafíos que van cuesta arriba y dependen de la concursabilidad y de «un modelo neoliberal que nos tiene tan consumidos que no nos da tregua», agrega García.
A pesar de ello, la docente de Formulación de Proyectos Culturales y Seguimiento, Paula Orellana, afirma que «el arte y la cultura son tremendas herramientas de resistencia».
«Diversos gestores culturales y artistas de Antofagasta nos hemos reunido para reflexionar y organizarnos sobre cómo abordar nuestra labor de manera colaborativa, visualizando y exigiendo las demandas sociales», explica Orellana.
De esta manera, algunos de los desafíos contemplan: «Promover y registrar contenidos de Derechos Humanos; insertarnos en los territorios y conectar con barrios u organizaciones; entregar herramientas a la comunidad tanto formativas como de organización y generar contenidos que informen temáticas que se discuten en política y que nos repercuten directamente como ciudadanos», concluye.