La rudeza que nunca muere
Metal, pasión y desierto: un fuego que no se apaga
En un análisis profundo de la influencia del metal en Antofagasta, este reportaje recorre su historia desde los inicios, los retos logísticos y culturales que han marcado su evolución, además de las conexiones que este género ha establecido con otras regiones del mundo. A través de sus protagonistas y eventos emblemáticos, exploramos cómo el metal ha emergido como una voz poderosa de resistencia, identidad colectiva y expresión artística en un entorno marcado por adversidades y pasión.
Por Dennisse Barraza H.
Proyecto de título.
En 1997, la escena metalera de Antofagasta vivió un momento crucial con la organización del primer concurso de bandas rock por parte de la Municipalidad. Este evento marcó el inicio de un espacio para los géneros más extremos de la música, como el thrash, y el heavy metal. Aunque las expectativas eran altas, la falta de experiencia y recursos reveló las limitaciones de las políticas públicas hacia la cultura metalera en la región.
El concurso anunciado en la prensa local (como La Estrella de Antofagasta), generó entusiasmo. La reunión tuvo lugar en la antigua Municipalidad (hoy Casa de la Cultura de Antofagasta), un edificio con infraestructura precaria debido a su antigüedad de casi un siglo. El evento reunió a 65 bandas de distintos géneros, desde punk y doom metal hasta indie rock, con una asistencia de más de 200 personas. A pesar de la amplia convocatoria, presentaron dificultades logísticas y técnicas que marcarían el evento.
Las agrupaciones que participaron se encontraron con una serie de problemas que reflejaban la falta de preparación de los organizadores. La ausencia de sonidistas capacitados y la precariedad del equipo de sonido obstaculizaron el desarrollo del evento, que junto a la inversión necesaria para mejorar estas condiciones era inalcanzable para la Municipalidad.
La competencia se extendía por tres fines de semana, el concurso se realizó anualmente con un premio de un millón de pesos para la banda ganadora. Sin embargo, las deficiencias organizativas persistieron. A pesar de las pocas garantías de éxito, las agrupaciones seguían invirtiendo tiempo y recursos en el evento, evidenciando su pasión por la música y su deseo de continuar participando aun cuando carecían de apoyo institucional.
Con el tiempo, la Corporación Cultural de Antofagasta tomó el control del concurso y decidió formalizarlo, trasladándolo físicamente al Teatro Municipal. Este cambio de enfoque, aunque parecía profesionalizar el evento terminó por alejar paulatinamente a las bandas y a los seguidores de la escena metalera. Las nuevas condiciones que limitaban el número de invitaciones y restringían la interacción con el público, hicieron que el concurso perdiera la esencia participativa que había caracterizado sus primeras ediciones.
Sobre estos acontecimientos, Luis Labarca, periodista y vocalista de la banda Aggressive 666 relata cómo sucedieron estos hechos. En 2004, Labarca tomó las riendas del concurso de bandas tras obtener un diplomado en gestión cultural. Bajo su dirección y con el apoyo de la Agrupación de Rock Antofagasta (ARA), el evento recuperó parte de su esencia inicial. Se encargó de la producción y animación durante cuatro años, recibiendo un salario profesional por su trabajo. Sin embargo, con el tiempo, la Municipalidad (bajo la gestión del extinto alcalde Daniel Adaro) decidió reducir los costos, llamando a Luis solo para que realizara la animación del evento. Al no querer simplemente leer libretos escritos por personas sin conocimiento musical, el vocalista de Aggressive 666 se negó, explicando que la falta de precisión en los nombres y estilos de las bandas disminuyó la seriedad del concurso.
Después de la salida de Labarca, otra persona asumió el rol de animación, intentando darle un enfoque juvenil y festivo al estilo de programas de televisión como “Mekano”, con bromas y una estética colorida que no encajaba con el espíritu del metal. Este enfoque, completamente ajeno a la cultura metalera, fue mal recibido por las bandas y el público, lo que terminó llevando al fin del festival de bandas de rock en Antofagasta.
Relanzamiento de Antofagasta rock
Durante el gobierno de la entonces Presidenta Michelle Bachelet, la Corporación Cultural Municipal de Antofagasta intentó relanzar el concurso bajo nuevas condiciones, ya que las iniciativas culturales de la época debían agruparse bajo proyectos más amplios para acceder a los fondos estatales, una medida que buscaba fomentar una mayor participación en la cultura local. Pero este nuevo enfoque no logró consolidarse en la escena metalera.
Sobre este acontecimiento, Luis Labarca explica que “cuando tú estás en una agrupación en donde no son músicos los que están ahí, ¿quién dice quién va a tocar?, ¿Quién elige quién toca?, ¿Quién dice cuántas veces toca y en qué lugar tocan? Entonces las agrupaciones no funcionan así, porque al final, si se gana o no se gana plata, que es una competencia, cada uno trata de sacar su música, posicionarse, pararse, y tratar de proyectarse”.
Además, el gestor cultural critica la tendencia de las identidades culturales estatales y municipales de tratar al rock y al metal como si fueran organizaciones comunitarias, como centros de madres o juntas vecinales, lo que considera inapropiado. “Yo sí creo que las agrupaciones de rock deben existir, pero la gente que está en las agrupaciones de rock tiene que tocar en alguna banda, porque deben saber cómo funciona el asunto”.
La seguridad con la que habla Luis Labarca se debe a su rol como vocalista y compositor en Aggressive 666, una banda de thrash metal antofagastina fundada en 1991. Donde, junto a Daniel Aguilera (guitarra-coros), han sido el núcleo constante de la agrupación a lo largo de los años, a pesar de los cambios en los puestos de bajo y batería. La influencia de Iron Maiden se puede percibir claramente en su estilo, aunque los miembros han desarrollado su propio sonido distintivo, caracterizado por su brutalidad, velocidad, y metal old school.
Los integrantes tuvieron una participación exitosa en el primer concurso de “Bandas Rock Antofagasta” de 1997, quedando entre las mejores seis agrupaciones de 61 inscritas. Su trayectoria es un testimonio de perseverancia y evolución, ya que comenzaron en una época donde grabar un demo en cassette era un logro significativo, especialmente en una ciudad como Antofagasta, que no contaba con una infraestructura musical desarrollada.
Su primer demo, grabado en 1998 en el Estudio Carwast de Carlos Wastavino, marcó un hito importante para el grupo y dentro de la escena musical local. Desde entonces, han avanzado a formatos más modernos, lanzando varios demos y discos, siendo “Damnation” de 2022 uno de sus trabajos más representativos de su etapa más brutal.
Otro de los actores que presenciaron el auge de la escena metal en Antofagasta es Salvador Rojas, productor e integrante de la Agrupación Rock Metal Antofagasta (ARMA). Desde niño, Salvador siempre soñó con ser parte de la escena musical en Antofagasta. Mientras la mayoría escuchaba rock latino, él exploraba sonidos del rock europeo y norteamericano, y poco a poco fue descubriendo subgéneros más intensos: heavy, speed, thrash, death, grind y black metal. Inspirado por esta música, se fijó varias metas: formar una banda, crear un fanzine y, en última instancia, organizar un gran festival de metal en un lugar emblemático como las Ruinas de Huanchaca.
Con el tiempo, cumplió algunas de estas metas y su interés por la producción de eventos creció, pero su verdadera pasión era fomentar la participación de bandas locales junto a conjuntos nacionales, con el objetivo de avivar la pequeña llama que mantenía unida a la escena metalera de Antofagasta. Años atrás, en el festival de bandas, fue invitado como jurado en una ocasión. Sin embargo, esos eventos se volvieron cada vez menos frecuentes, y él junto a otros metaleros intentaron revivir la escena con tocatas que reunieran distintos estilos y audiencias.
“La única forma para ser más organizados y tener los permisos adecuados era crear una organización con personalidad jurídica, eso te abre puertas hasta cierto punto. No necesitabas ir de forma estéril a pedir montos de dinero cada vez que organizabas un evento masivo. Con la personalidad jurídica logramos conseguir postular a fondos para organizar tres festivales al aire libre y gratuito”, comenta Salvador sobre su experiencia en los inicios de concursos de bandas rock en Antofagasta.
Pero hasta ese momento, ninguno de ellos concebía que dos décadas después de todos estos infortunios iniciales, la escena metal en Antofagasta tendría su renacimiento con un evento de alta producción que reuniría a su público objetivo en un parque frente al mar.
Reencuentro en el Parque Croata
El “Sobek Metal Fest 2024″ fue una verdadera fiesta para los fanáticos del metal en Antofagasta, un evento que logró reunir a más de 3 mil personas de diversas edades, según consignó “El Mercurio de Antofagasta». Este festival se celebró en el emblemático Parque Croata, un lugar que evoca recuerdos de adolescencia para muchos metaleros locales. Las bandas presentes, como Criminal, Evil Offering, Hateclash y Martyrium, ofrecieron actuaciones de primer nivel, destacando el sonido de alta calidad y una producción impecable.
La energía de las presentaciones fue contagiante, las voces rasgadas y los riffs pesados hicieron que la audiencia se entregara completamente. Lo que comenzó como una idea de reactivar el mítico festival de bandas de rock en Antofagasta, se convirtió en un evento inclusivo, con un público diverso, que no solo comprendía metaleros, sino también a familias completas que disfrutaron del espectáculo gratuito, pero de gran calidad.
Este concierto nació de una conversación inesperada entre Eduardo Muñoz, productor y dueño de “Black Shop”—la tienda de rock-metal más antigua de Chile, abierta desde 1992 al interior del céntrico local del edificio Caracol— y un cliente que, con nostalgia, recordaba los conciertos organizados en los años 90. Al preguntarle por qué ya no realizaba esos eventos, Muñoz le explicó que los altos costos y las regulaciones actuales habían hecho que producir conciertos fuera cada vez más difícil. Sin embargo, el cliente, deseoso de retribuir algo a la región que lo vio crecer, le propuso colaborar en un nuevo festival.
Así surgió la idea de traer a la legendaria banda “Criminal” de regreso a Antofagasta. Eduardo, quien ya los había invitado en 1995 para tocar en la Universidad de Antofagasta, planteó esta opción al empresario. “Le presenté la opción de ‘Criminal’, él no conocía mucho de la banda y se dejó llevar por un compañero de trabajo de su empresa, y le dijeron que era una banda potente, grande, conocida y que podía ser muy atractivo hacerlo”, explica el productor.
La ambición era clara: lograr un festival con estándares de gran calidad, y el resultado no decepcionó. “Este evento estuvo al nivel de un concierto en Santiago, con un sonido excelente, pantallas, luces y una puesta en escena espectacular de las bandas”, cuenta Muñoz, agregando que la constante actividad musical en Antofagasta con numerosas tocatas cada semana, mantiene viva y fuerte la escena de rock y metal en la ciudad.
Jessica Carvajal, diseñadora y encargada de marketing en Sobek Ingenieros, la empresa que prestó financiamiento para el festival, confiesa que “El público del norte es muy agradecido, a través de las redes y del boca a boca nos han hecho llegar esa gratitud. Tuvimos gente no sólo de Antofagasta, sino de Calama, La Serena, Copiapó, entre otras ciudades que viajaron exclusivamente a este festival y nosotros como Sobek Ingenieros quedamos con una sensación de agradecimiento total”. Para ella, este evento demuestra el potencial de Antofagasta para organizar festivales de gran escala. “Quizás no estamos al nivel de un Wacken Open Air (festival de heavy metal alemán) aún, pero nos gustaría apuntar hacia algo similar en el futuro”, enfatiza.
Entre los protagonistas del festival también estuvo Carla Carvajal, jefa comercial y fundadora de Dama de Metal, quien ha dedicado más de 30 años a promover la escena local. “Volver al Parque Croata fue lo más romántico de este evento”, reflexiona Carvajal, quien se encargó tanto de la producción como de la interacción con el público. A pesar de que su programa de radio ya no está al aire, Dama de Metal sigue activa en redes sociales, difundiendo lanzamientos y colaborando con diversas productoras a nivel nacional e internacional.
Carla lleva 32 años siendo parte de la escena metalera en Antofagasta, y estima que en la región existen al menos entre 80 y 100 bandas de metal, una cifra que evidencia la fortaleza de la escena que ella y otros apasionados trabajan por mantener viva. Su labor se suma a la de otras mujeres que, como refleja el reportaje “La mujer en la música: el punto de vista femenino” publicado por The Metal Circus (2020), enfrentan desafíos en un mundo donde los prejuicios de género y la falta de visibilidad han dificultado su reconocimiento, pero que continúan siendo fundamentales para preservar la esencia de la escena del rock y el metal.
Bajo las luces y el rugido de los amplificadores, músicos y público compartieron un lenguaje secreto, un pacto silencioso. “Nuestra experiencia en el evento que realizó Sobek, lo encontramos genial, muy bien atendidos y super cómodos, tenían de todo para todos, ojalá que esto lo puedan hacer más seguido”, declara Daniel Naranjo, guitarrista de “Evil Offering”. Si bien su percepción es buena, cree que el problema es la falta de espacios donde se reciba el metal extremo.
La banda de thrash metal antofagastina con 21 años de trayectoria, Martyrium, se llevó una experiencia agradable al conectar de manera natural con el público. No obstante, esperan que “mejore la inversión en las bandas locales, acompañamiento efectivo y que sea una oportunidad que todas las bandas puedan vivenciar actividades con calidad. Que la Municipalidad sea capaz de generar estos espacios, considerando dentro de sus presupuestos actividades culturales, recreativas, entre otros”, recalca Roalbert Vera, vocalista y bajista de Martyrium.
El metal como catarsis
Catarsis es una palabra que deriva del griego kátharsis, (purificación, limpieza o purga), lo cual se adecúa al sentimiento explosivo que la música metal causa a sus oyentes, especialmente por aquellos fuertes estribillos, poderosos riffs y elaborados arpegios.
Al respecto Felipe Jiménez, un psicólogo clínico con más de una década de experiencia en el Hospital Marcos Macuada de Tocopilla, combina su especialización en salud mental con los conocimientos musicales heredados de su padre, quien fue DJ. Desde esta perspectiva, analiza cómo el metal puede influir en la gestión de las emociones.
Señala que, como otros estilos musicales, este género ofrece nuestra citada catarsis, ayudando a expresar emociones como la tristeza, el estrés o la ambición. Menciona que, subgéneros como el doom metal, facilitan la gestión de la tristeza, mientras que otros, como el metal épico, fomentan la superación personal. Además, desmitifica la idea de que el metal solo está relacionado con la ira o la violencia, resalta el valor emocional que cada subgénero aporta.
Jiménez aclara que la preferencia por los estilos más agresivos o suaves está influida por la etapa de vida y el grupo social del oyente. Los jóvenes -según él- suelen conectarse con el metal por pertenencia a grupos, pero con el tiempo se interesan más en la técnica y en las complejidades instrumentales del género. También desestima la idea de que escuchar subgéneros extremos, como el black metal, pueda tener un impacto negativo en el comportamiento, afirmando que se trata más de una vía de expresión artística y que no se debería patologizar ni estigmatizar a los oyentes del metal.
“No son muchas las bandas que lleven un discurso de odio metido como muy fuerte, si bien hay ejemplos como “Mayhem” en Noruega que pudiesen ser potencialmente desvirtuadores, también tiene mucho que ver con una comprensión de cómo se dieron las circunstancias, porque esto no está relacionado a la música, sino con temáticas personales, entonces, considero que sería súper enjuiciador y sería ilógico el determinar que la música hace una personalidad patológica”, explica Felipe.
El experto en salud mental sugiere que una estrategia clave para cambiar las percepciones negativas sobre el metal es fomentar la comprensión de la diversidad, de manera similar a como se aborda la migración.
Según él, “lo primero que tenemos que hacer es empezar a hablar de metal, dejar de catalogarlo como una música violenta, satánica o ritualista, y empezar a ver lo productivo que es”, añadiendo que el apoyo institucional y social puede ser fundamental para eliminar prejuicios. Y una manera de combatirlo es que los medios de comunicación deben proponer que el metal y subgéneros se utilicen más en películas, series e incluso noticieros, lo que ayudaría a normalizar su presencia en la sociedad.
La visibilidad del metal en los medios de comunicación y los prejuicios culturales
En plena tarde de noviembre de 2024, en medio del paseo Prat a metros de la estatua del Dr. Rendic, un joven ataviado de una guitarra eléctrica conectada a un amplificador capta la atención de los apurados peatones que a esa hora transitan por el lugar, quedando absortos ante los clásicos del rock que el joven interpreta con su instrumento.
Se trata de Marcelo Torres, conocido como “Marcel”, un músico de 26 años y profesor de guitarra. Dirige varias bandas, incluyendo “Fugaz”, un grupo de glam metal en Concepción, y participa en tributos a bandas como Led Zeppelin, Guns N’ Roses y Black Sabbath. Además, actúa como solista en bares, eventos y hasta en las calles. También enseña guitarra a personas entre 8 y 31 años, tanto de manera presencial como online, y organiza visitas a aquellos que viven en otras regiones. Su carrera docente comenzó en 2020, durante la pandemia.
Sumado a eso, este año participó en “Got Talent Chile 2024″ lo que fue un punto de inflexión en su carrera. Obtener los cuatro “sí” del jurado le trajo una mayor exposición y le abrió más oportunidades para presentarse en distintos eventos. Menciona que tuvo que desarrollar una propuesta durante cinco años para encajar en un programa en el que los jueces no siempre tienen formación musical, pero logró destacarse con su chaqueta azul y guitarra rosada, logrando una gran conexión con el público.
Aunque hubo una banda de death metal que tuvo buena recepción en el programa, Marcel subraya que la televisión y los medios no suelen dar espacio a géneros como el metal. Cree que los programas masivos prefieren géneros más populares como el trap o el pop, lo que deja al metal en una posición marginal. El guitarrista optó por el glam metal, ya que su estética colorida atrae más al público, pero lamenta que la televisión vea de manera negativa a géneros como el rock y metal.
“¿Por qué yo fui a televisión? porque la música rock/metal se está perdiendo, ya no muestran eso. Un músico rockero o metalero para una televisión, te ven como un estorbo, te ven como un metalero más que va a cumplir sus sueños”, expresa el artista, enfocando su crítica hacia el sistema de medios y la cultura en Chile, destacando que después de asistir a reuniones municipales en Concepción, se dio cuenta de que hay una falta de apoyo institucional.
Además, critica la forma en que los programas como Got Talent Chile favorecen a quienes tienen más seguidores en redes sociales. Señala que, “entre más popular eres, mejor”, ya que eso es lo que buscan. Y que, algunos participantes extranjeros incluso recibían apoyo para su participación, mientras que él, al ser de una región de Chile, tuvo que costearse todo.
“A varios nos echaron sin motivo, y ahí nos dimos cuenta de que ellos buscan a quienes tienen más seguidores, quienes son más influencers”, dice Marcel. A pesar de estos desafíos, se siente satisfecho de haber aparecido en Televisión, ya que le ayudó a ganar visibilidad y le sirvió para impulsar su carrera.
No es primera vez que ocurren sucesos televisivos discriminatorios en Chile, ya que esto se asimila al mal rato que vivió la banda “Necrosis” y la incomodidad de su vocalista, Andrés Marchant, cuando se presentaron en el programa “Sábados Gigantes” el 28 de mayo de 1988. Ahí, Mario Kreutzberger (Don Francisco), cruzó todos los límites: los ridiculizó por tocar thrash metal, omitiendo que su falta de respeto tendría consecuencias en un futuro y que sería un factor de acoso escolar por parte de los chilenos.
Don Francisco tardó 30 años en pedir disculpas a Marchant por el comportamiento que tuvo en aquel programa, finalmente lo hizo para el aniversario de Sábados Gigantes en 2018. Si bien ya no existe ningún conflicto con la banda, ese amargo recuerdo de burla perdura en la mente de los chilenos, quienes en la actualidad siguen posteando el video. Asimismo, recalcan que este animador perdió la oportunidad de realizar una buena entrevista a una de las mejores bandas chilenas de thrash, que, incluso, tuvo gran éxito en el extranjero.
Calidad musical y formación
Hoy está mucho más al alcance de cualquier usuario el poder grabar un demo y poner a disposición su música al nivel de un clic sin necesidad de ser fichado por grandes multinacionales. Todo esto partió con MySpace a inicios del 2000, permitiendo que artistas como Grimes, Arctic Monkeys y MGMT se dieran a conocer primeramente por estas plataformas.
20 años después es mucho más fácil con plataformas como Instagram y Tik Tok, más aún agregando aplicaciones que se suponen, mejoran la calidad vocal e instrumental del artista, como el autotune. Pero estos factores acabarían la magia de la creatividad.
Así lo afirma el profesor y músico chileno Alejandro Atabales, reconocido por su labor como director de la Orquesta Sinfónica de Tocopilla, con una sólida formación musical y una pasión por la enseñanza, expresa que -en comparación con las escenas europeas- la producción y grabación de las bandas en la región de Antofagasta aún se percibe como artesanal, con limitados recursos y un conocimiento técnico insuficiente sobre el uso de la tecnología. Hoy en día es más accesible adquirir aplicaciones y micrófonos, no obstante, Atabales subraya que el uso adecuado de estos equipos requiere una formación que va más allá de la simple adquisición. Desde su perspectiva, lo esencial sería adoptar un enfoque formativo integral, no solo en la producción y ejecución musical, sino también para los profesionales involucrados, como ingenieros de sonido y expertos en el área comercial, que deberían centrarse en desarrollar estrategias de mercado y producción.
Alejandro asegura que, si bien el auge de internet y las plataformas digitales ha facilitado la grabación desde casa, lo que simplifica la creación de demos, esta accesibilidad ha venido acompañada de una disminución en la calidad. Según él, aunque ahora es más sencillo hacer un demo, pasar a un nivel de producción profesional aún es un desafío en la región, que carece de estudios equipados con la última tecnología y profesionales especializados.
El músico también señala una gran diferencia en la formación musical entre Europa y América Latina. Mientras que, en Europa, los jóvenes de 18 años que terminan la educación media ya cuentan con habilidades musicales avanzadas y pueden entrar directamente a una esfera profesional, en Chile, por ejemplo, la formación es precaria. Los estudiantes salen de cuarto medio con una idea básica de lo que es la música, pero sin un conocimiento profundo de armonía, técnicas instrumentales o conceptos musicales completos. “Salir de la universidad como licenciado en música, es como estar allá saliendo de cuarto medio, esa es la simetría”, declara.
Pero la producción de este género y la realización de eventos que congreguen bandas afines tampoco es un trabajo que pueda realizarse fácilmente con un reel de TikTok o un video viral del momento.
La realización de festivales de metal en Antofagasta enfrenta importantes desafíos, especialmente los altos costos monetarios asociados a la producción. Inspirado en el cine de terror y su deseo de crear nuevas oportunidades para realizar recitales en Antofagasta, Christian Cruzatt Otaiza dirige la productora “Cantina Nosferatu” desde 2022, un proyecto que nació durante la pandemia. Aunque no buscan generar lucro, su principal enfoque es la inclusión de talentos locales y de otras ciudades, enfrentándose a desafíos logísticos y financieros. Entre ellos, sobresalen los costos de amplificación, pasajes y arriendo de local, factores clave en la organización de eventos.
El público en Antofagasta ha evolucionado y esta organización ha puesto su foco en ofrecer oportunidades a bandas con integrantes jóvenes. Cruzatt destaca que en la ciudad hay varios espacios abandonados que podrían ser mejor aprovechados, no solo para la música metal, sino para proyectos comunitarios, como una escuela para niños. Sin embargo, persiste “ese prejuicio del metalero o rockero de que es vago, que no hace nada. Nosotros hemos demostrado que no es así, muchos metaleros tienen familia, tienen hijos, trabajan, no todo es así como el ejemplo que ellos piensan”, comenta.
En la actualidad, Cantina Nosferatu lleva a cabo sus eventos en la sede Boca Juniors, un espacio que valoran por ser el único disponible, aunque Christian admite que “sería bueno tener un espacio más cómodo, donde podamos tener una ayuda de la Municipalidad, con ciertos equipos. Hay un cambio generacional, pero todavía falta”.
Este organizador también reflexiona sobre cómo en Europa el metal se considera un activo que impulsa el turismo y la economía local, involucrando a toda la comunidad, desde pequeños negocios hasta alojamientos. Él cree que Antofagasta tiene el potencial para seguir ese ejemplo si se logra un mayor apoyo institucional y profesionalización de la escena.
Diferencias en el origen
El metal es popular en los países nórdicos debido a una combinación de factores culturales, sociales e históricos. Uno de los elementos clave es la fuerte tradición musical de estas naciones, donde la música es valorada desde la educación básica y se proporciona formación artística de alta calidad. Esto ha permitido que muchos jóvenes desarrollen habilidades musicales desde temprana edad, creando un ambiente propicio para la experimentación con géneros complejos como el metal.
Además, el clima y el paisaje de la región, con inviernos largos y oscuros, se alinean con los temas introspectivos, melancólicos y a menudo sombríos del metal. La naturaleza imponente de los fiordos, montañas y bosques ha sido una fuente de inspiración para las letras y atmósferas de muchas bandas.
Culturalmente, el metal se ha convertido en un medio de expresión para canalizar emociones intensas y ha sido aceptado como parte de la identidad juvenil en estos países, con una mayor apertura hacia la subversión y la contracultura. A esto se suma el apoyo de la industria musical local, el éxito de festivales de metal masivos como Tuska en Finlandia, y la capacidad del metal para atraer al turismo y promover la economía local, factores que refuerzan su prevalencia en el país.
Si bien existen diferencias significativas entre países nórdicos y Chile respecto a formación y tradiciones culturales, según estadísticas de Spotify citadas por Rockaxis, Chile se destaca en Latinoamérica tanto por la cantidad de oyentes de metal, como por la cantidad de bandas de este género, con 114 bandas por cada millón de habitantes. Cifra similar a la que publicó el estudio divulgado por el sitio web de Jukubmarian en 2018, indicando que nuestro país es el que posee más bandas de metal en la región (113 por cada millón de habitantes), superando a países como Argentina, Colombia, Venezuela y Perú.
La educación musical en los países nórdicos se conoce por un enfoque progresista y de alta calidad, fundamentado en la equidad, la inclusión y un fuerte respaldo estatal hacia el desarrollo cultural. Suecia, en particular, prioriza la educación formal y fomenta el crecimiento de disciplinas artísticas, ofreciendo espacios y recursos para que los jóvenes exploren diversas expresiones. El sistema educativo valora las artes como un pilar esencial en la formación de estudiantes, integrando programas que desarrollan sus habilidades creativas desde temprana edad, apoyados por políticas públicas que caracterizan el acceso a formación especializada y oportunidades de conexión profesional.
Uno de los músicos que se ha beneficiado de este entorno es el tocopillano de 30 años, Claudio Araya, quien reside desde hace dos años en Suecia. Llegó en 2019 buscando nuevas oportunidades en la música y una experiencia cultural distinta. En Suecia, combina su vida laboral con su pasión musical, se dedica a tocar batería y guitarra en diversas agrupaciones de rock, pop, entre otros géneros, logrando equilibrio entre estabilidad profesional y desarrollo como músico.
Araya destaca el sólido respaldo estatal hacia los músicos, que incluye becas y subsidios para artistas emergentes, permitiendo un respaldo financiero mientras desarrollan proyectos. Este apoyo también se extiende a la educación musical en escuelas y universidades, donde jóvenes músicos pueden formarse y crear contactos importantes.
“La gente aquí es muy abierta a nuevas propuestas artísticas, lo que me ha permitido conectar con otros músicos y grandes productores. Además, el acceso a recursos, estudios de grabación de alta calidad y oportunidades para presentarme en vivo en importantes escenarios, ha sido algo que me ha motivado a seguir creciendo musicalmente” relata Claudio.
Según entrevistas publicadas por DIRAC, el periodista sueco Jan Gradvall, comentó que el éxito de Suecia en la industria musical se basa en cuatro factores clave: las escuelas de música que ofrecen acceso gratuito a equipos técnicos, la temprana digitalización con innovaciones como Spotify, una mentalidad de internacionalización y una herencia de melodías melancólicas influenciada por el clima y la cultura sueca. Con estos elementos, Suecia ha logrado convertirse en uno de los pocos países que exporta más música de la que importa, destacando en la escena mundial junto a Estados Unidos y Gran Bretaña.
También tenemos el caso de “Hevisaurus”, una banda de heavy metal dirigida a un público infantil fundada en 2009 en Finlandia por el baterista Mirka Rantanen, esta ha roto esquemas al combinar el sonido clásico del metal con letras dirigidas a niños.
Disfrazados de dinosaurios, los miembros de “Hevisaurus” crearon una propuesta única que ha capturado la atención del público familiar. Pensado para un público infantil de entre dos y nueve años, Hevisaurus debutó en vivo en septiembre de 2009. Ese mismo año lanzaron su primer álbum, Jurahevin kuninkaat (Reyes del metal jurásico), que alcanzó el puesto número cinco en la lista de los más vendidos de Finlandia. Con canciones que abordan temas como mascar chicle, beber leche y unirse al ejército de dinosaurios, la banda ha visto un crecimiento continuo en su popularidad. En 2012, su álbum Kadonneen lohikäärmeen arvoitus (El enigma del dragón perdido) alcanzó el número uno en las listas finlandesas, consolidando su éxito en la escena musical infantil, según consignó This Is Finland.
Europa impulsa políticas públicas y una educación de calidad que fomenta géneros como el pop y el rock desde edades tempranas. ¿Y si el metal también tuviera su lugar? Iniciativas que acerquen a niños y niñas a este género podrían ampliar la diversidad musical y romper prejuicios. Una prueba de esta posibilidad es la integración de Metal Academy –School of Music, el primer centro musical en Barcelona y Europa especializado en Metal y Hard Rock, tal como lo mencionó Viaempresa.
Emigración y poca valoración hacia músicos locales
Un evento que contó con producción de calidad y motivación era lo que convertiría del Sobek Metal Fest un éxito, que por cierto, lo fue, pero no para todas las bandas. Los integrantes de “Hateclash” quedaron insatisfechos. El grupo describe su reciente presentación en el anfiteatro del Parque Croacia como una experiencia especial, ya que tocar al aire libre y de día no es algo común en su carrera, brindándole un toque refrescante a su actuación. Anteriormente, solo habían tocado en este lugar en 2012, lo que hacía aún más significativo este regreso a un espacio poco usual para eventos de este estilo musical.
Sin embargo, uno de los aspectos menos favorables de su experiencia fue el tiempo limitado del evento, el cual exigió iniciar su actuación a las 19:00 p.m., con una asistencia aún escasa para entonces. Además, “Criminal”, la banda invitada, tuvo prioridad en el horario y en el uso de los mejores equipos, lo que dejó a las demás agrupaciones locales con equipos de calidad de menor cuantía. A pesar de esto, el sonido y el backline general fueron bien valorados por los músicos, quienes reconocieron el esfuerzo en esta área de producción.
“Al ser una producción grande, muchas veces se exigen cosas que no se exigirían en una tocata común, casi como que tuvieras que adecuarte a lo que sea y agradecer que te incluyeron en una producción de esta magnitud. Incluso, no se hizo un pago por el show, cosa que sí se hace en las otras tocatas en las cuales participamos, pero los organizadores lo ven como que te estuvieran haciendo un favor en vez de verte como una banda más”, declara Roberto Lameli, vocalista de Hateclash.
La celebración de los 30 años del álbum “Victimized» de Criminal en el Sobek Metal Fest 2024 fue un momento trascendental para la escena metalera de Chile. Este álbum, lanzado en 1994, marcó un hito en la historia del metal nacional, abriendo puertas para que Criminal se consolidara como una de las bandas más importantes del país y ganara reconocimiento en el ámbito internacional. El sonido brutal y sus letras cargadas de crítica social resonaron de manera profunda con la realidad política y cultural de la época, convirtiéndolo en un símbolo de la resistencia y la lucha contra la injusticia.
No obstante, estas observaciones de “Hateclash”, ya anteriormente habían pesado las mismas críticas sobre Criminal respecto a su “trato privilegiado” en los eventos. Así lo reconoció el mismo vocalista de Criminal, Anton Reisenegger, en una entrevista que concedió en 2006 al escritor antofagastino Patricio Jara y que fue publicada en su libro “Pájaros negros, crónicas del heavy metal chileno”, de 2012.
¿Estar pidiendo fondos fiscales para hacer metal?, ¿de qué estamos hablando? No huevees. ¿Qué Criminal nació en cuna de oro y que lo tuvo todo fácil? La gente que habla así no tiene idea, pero me he acostumbrado. Nosotros tuvimos que ir de a poco comprando equipos. Tuvimos que tocar en las huevás más feas, en los locales más horribles; tuvimos que tocar en antros y con los pacos encima. Hemos dado todo por esto” (Pájaros negros, pág. 51).
La crítica de Anton refleja una desventaja que padecen algunos músicos en Chile cuando se encuentran en el inicio de su carrera, en donde deben conseguir, a base de esfuerzo, sus propios instrumentos y equipos para crear material de calidad. Este contraste subraya la ironía de la situación en Chile, donde, a pesar de la calidad y la potencia de la escena metalera, los artistas se ven forzados a emigrar para ser reconocidos.
Pero para el baterista de Criminal, Danilo Estrella, el evento del Parque Croata valió la pena. “Fue hermoso, un momento épico en nuestra gira, donde celebramos los 30 años de Victimized. Personalmente, me sorprendió la calidad, el trabajo, la producción, y además, el público. Fue un encuentro muy bonito que no se da siempre. En la arena, la gente lo disfrutó mucho y nosotros tocamos con energía. También me gustó la participación de los papás, madres y sus hijos. Había mucha gente joven, lo cual me sorprendió y encantó”.
El fenómeno también habla de la falta de una infraestructura que respalde el crecimiento de los músicos locales, lo que limita su capacidad de producir y presentarse a nivel global sin depender de recursos externos. Mientras tanto, muchas de las bandas chilenas que logran salir al extranjero como Criminal, enfrentan un camino lleno de sacrificios y desafíos, lo que hace que su éxito, aunque merecido, también sea el reflejo de la lucha constante por ser reconocidos dentro y fuera de su país.
El contraste entre las limitaciones internas y las oportunidades externas deja en claro la necesidad de un cambio en la forma en que el país apoya a sus artistas. En un mundo globalizado, donde la competencia es feroz y los recursos escasos, resulta fundamental que Chile valore, respete y fomente el talento de su propia escena musical, reconociendo su importancia a nivel nacional o como una expresión cultural que puede dejar una huella significativa en el panorama internacional.
Apoyo ausente, espíritu presente
Es claro que la escena metal en Antofagasta tuvo un inicio difícil e incomprendido, pero con el paso de los años la situación parece no mejorar. Las bandas de este género no han logrado ponerse de acuerdo para realizar un gran festival, en donde cada uno de los artistas tengan un horario adecuado para su presentación, en sintonía, obviamente, con la capacidad y la producción técnica de alta calidad que requieren.
El factor económico es otro aspecto que ha minado la realización de este tipo de eventos porque, como ya se mencionó, la falta de auspicio de entidades patrocinantes como en su momento fue la Municipalidad de Antofagasta, han venido a ser otro clavo para el ataúd de los festivales metaleros.
Así lo piensa Daniel Aguilera, sonidista e integrante de la agrupación Aggressive 666, quien es enfático en asegurar que “no ha habido una evolución en los concursos de bandas de rock y metal en Antofagasta porque estas murieron en su ley. En un inicio, por los años 97 o 98, si bien nos faltaba muchos elementos técnicos para hacer un espectáculo de calidad, sí había mucha pasión, mucha puesta en escena y eso hacía que los shows fuesen muy concurridos, incluso por familias”.
No obstante, el declive vendría cuando se trasladaron estos shows al teatro municipal “para nosotros fue un desastre porque el público bebía y fumaba dentro de este lugar que no estaba concebido para esa clase de comportamiento, lo que dio el motivo para que la Municipalidad dejase de financiar estos espectáculos. Ahora, hacer un espectáculo de esa clase con los elementos técnicos necesarios sale demasiado caro”, asegura el músico y sonidista.
Para el guitarrista de Cranial Implosion, otra de las decenas de bandas locales con amplia trayectoria en el death metal, el ocaso de este género se debe no tanto a la calidad musical, sino a la falta de espacios idóneos para la realización de estos shows.
“Cada vez hay menos espacio para el metal y el rock a nivel general. Siento que el interés ha decaído tanto hasta el punto de ‘tomarse’ lugares de espacio público sin permisos y sin servicios básicos para poder dar un show de calidad. Esto, imagino, que se debe al poco apoyo de parte de la comunidad y de los cambios que tuvo la Municipalidad, de financiar hace más de 20 años un Festival de Metal y Rock a nivel regional, a no tener nada porque los mismos dirigentes se roban los recursos de estos espectáculos para destinarlos a sus propias necesidades. Pero a pesar de este problema, nuestra comunidad de alguna forma ha logrado mantenerse a flote” (sic), reflexiona el nostálgico músico.
Y mientras nuevas bandas emergen dentro del circuito metal, las expectativas sobre un nuevo lugar donde tocar continúan intactas. La experiencia de Sobek Metal Fest del pasado octubre ha venido a ser la semilla de que no todo ha sido dicho. Hay falta de financiamiento, hay escasez de recursos y tal vez, hay pocos espacios idóneos para acaparar al público metal, pero también hay pasión, energías y voluntad de volver a gestionar un lugar que nuevamente ponga en vitrina los talentos de este género, no solo para los antofagastinos, sino para los nortinos, para Chile y por qué no, para nuestra cultura.